Un
señor que se empeña en descifrar los fundamentos bioquímicos del
amor es un tipo que no se conforma con respuestas simples. O que
quiere ver que diablos hay en el reverso de todas las cosas. Pero
ojo: la curiosidad es un arma desestabilizadora. Aquí esta la
prueba.
POR
ARISTOTELES MORENO
ESTA
es la historia de un niño de pueblo que se hacía demasiadas
preguntas. Y las preguntas, como todo el mundo sabe, conducen al
territorio de la duda. Y las dudas, a su
vez,
generan nuevas preguntas que, a su vez, abren nuevos interrogantes. Y
así sucesivamente hasta quien sabe dónde. Quizás por eso, para
despejar tantísimas incógnitas, Pedro Montilla estudió Medicina. Y
hoy, setenta años después, podríamos decir que ha logrado aclarar
muchos enigmas pero que otros, los esenciales, aun permanecen sin
respuesta.
—Yo
siempre tuve carácter universal. Me escapaba del medio que me
rodeaba. La niñez es de las épocas mas ricas de la vida,donde hay
un continuo soliloquio y dialogo, como en los presocráticos griegos,
que se preguntan por las cosas de la naturaleza. Qué es el fuego,
qué es el agua, qué es la tierra. Pedro Montilla (Valenzuela, 1939)
se esfumó pronto del entorno rural en que nació. Estudió interno
en los Salesianos y, aunque le seducían las letras, optó por la
Medicina, que estudió en Sevilla. En su vida profesional, tuvo
contacto temprano con la aplicación clínica, pero se centró en la
investigación y en las ciencias básicas, donde ha forjado un
expediente particularmente solvente y plagado de estudios muy
sugerentes, como sus trabajos sobre Goya o las ≪Bases fisiológicas
del amor romántico≫, de reciente aparición. Ha sido secretario
general de la Universidad de Córdoba y decano de la Facultad de
Medicina.
— Para
que sirve la curiosidad?
—Todo
ser, cuando se ve instalado en el mundo, tiene que preguntarse por
las cosas que le rodean.
— Y
ha resuelto muchas dudas?
—He
resuelto bastantes. Pero el hombre es una duda eterna. Con la
ciencia, creemos que acotamos el mundo.
[...]
—¿La
ciencia nos aleja o nos acerca a la idea de Dios?
—Nos
acerca más que nos aleja. Religión y ciencia son cosas distintas.
El laicismo, llevado a sus últimas consecuencias, no resuelve al
hombre.
Tiene
cara de señor bonachón y desgrana su discurso con parsimonia y
templanza. Por su verbo, desfila un buen puñado de filósofos (Kant,
Ortega, Popper), que evidencia que nos encontramos ante un científico
con indiscutible bagaje humanístico. «El médico humanista»,
sostiene, «se ha ido perdiendo. Hoy, por lo general, el profesor
universita-rio es inculto». Pero volvamos a sus sugestivas hipótesis
sobre la fisiología.
[…]
Goya
y las pinturas negras
Podríamos
decir que Pedro Montilla es uno de los últimos representantes de la
medicina humanística, que se resiste a la disgregación del
conocimiento en las dos principales ramas del saber. «Realmente, la
división entre técnica y humanística», argumenta, «se produce en
el siglo XIX. Antes, el conocimiento era universal. Estaba todo
unido. Pero se hizo una separación absurda.
Tanto
humanismo como ciencia, según decía Popper, dimanan de una misma
tradición cultural: la filosofía griega». Esta formulación ha
sido el eje de su vida investigadora. Y la mayor parte de su
producción profesional se ha centrado en vincular las estructuras
moleculares del cerebro con la cultura y las emociones humanas.
Uno
de sus estudios más conocidos, precisamente, se detuvo en analizar a
fondo la relación directa entre la obra pictórica de Goya y su
enfermedad. Según desvela en un trabajo científico, Montilla se
muestra convencido de que el pintor padeció un proceso infeccioso,
previsiblemente malaria, que le afectó decisivamente en la evolución
de su obra. Al parecer, esta dolencia le desconectó el hemisferio
izquierdo, donde se radican el lenguaje y la lógica, del hemisferio
derecho, relacionado con la imaginación. Esa razón fisiológico
estaría en el origen del abandono de su pintura costumbrista hacia
una etapa más atormentada, conocida como las «pinturas negras».
Todas nuestras actuaciones en el presente
dependen de la experiencia adquirida en el pasado. Por eso es importante
conservar la memoria, sobre todo la permanente o de a largo plazo.
Investigadores
de la UCO estudian la relación de los estímulos sonoros con
diversos neurotransmisores cerebrales y su capacidad para reducir los
niveles de estrés.
Recortes de la Revista Mariana :
publicación mensual con censura eclesiástica. Dedicada a fomentar
la devoción a la Santísima Virgen Año III Número 27 - 1925
noviembre
Página 11
"Por entre el sueño yerran voces de madrugada.
Pasan los muñidores del Rosario cantando
'La campana de la Aurora suena, si no te
levantas por tu voluntad...'
Huele el alba a tabaco, a aguardiente y a cera"
Artículos de Ricardo Molina con el seudónimo Eugenio Solís
Hace
treinta años estaban de moda las canciones de los campanilleros. La
radio y los discos atormentaban con los populares “campanilleros
cantados por la Niña de la Puebla, que en aquella época era
estimada como una única estrella del cante. Todavía resonaban en la
atmósfera musical española ecos y jirones de la “Copla andaluza”,
y esas colombianas, milongas y fandanguillos de Pepe Marchena que hoy
nos producen horror en su empalagoso y vulgar “gachonismo”. Eran
los tiempos triunfales del cante “payo”, como consecuencia del
influjo de don Antonio Chacón. El buen cante, el cante puro, viril,
dramático, vivía en penumbra, refugiado en Manuel Torres, la Niña
de los Peines, Tomás Pavón, los grandes maestros gitanos.
Hoy,
después de tantos años, a pesar del descrédito que para los
populares campanilleros, significó la canción de la Niña de la
Puebla, canción de tan baja calidad y tan insulsa como las de
Juanito Valderrama; hoy, repito a pesar de todo, cuando oímos el
cante de los campanilleros sevillanos de Bormujos o de los cordobeses
de Valenzuela, sentimos que nos cautivan, que nos conquistan con su
viejo arte tradicional. Es que lo verdaderamente popular nunca
envejece ni cae en lo vulgar. Lo vulgar no es nunca obra del pueblo.
Lo es más bien de la burguesía que en su afán por superar lo
folklórico crea una “hybris” o mixtura, de la que nuestras
zarzuelas, producto netamente burgués son un buen exponente.
Hace
más de diez años que no oigo los campanilleros de Valenzuela, pero
su recuerdo pervive en mí imborrable. Yo tuve noticia de ellos y
noticia entusiasta, por el pintor Ginés Liébana, cuya sensibilidad
exquisita estimé siempre como brújula artística. Y un buen día en diciembre, me planté en Valenzuela. Tuve la suerte de oírlos:
“Es
María la fuente de gracia
que
tiene los caños de fino metal”.
Coplas
marianas y navideñas, interpretadas con gracia inimitable, de un
sabor inextinguible y de una piedad sencilla y conmovedora. Música
elemental, reiterativa, dulce y fresca, jugada con violines,
guitarras, campanillas, triángulos y panderas; canto a una voz, sin
alardes pretenciosos como los que ostentan lamentablememte los
campanilleros de Bormujos en su reciente grabación, donde para dar
más tono a las coplas adulteran la primitiva sencillez
descomponiendo la voz única cantada por el coro en varias voces.
¿Polifonía popular andaluza? Eso nos sabe a orfeones
vasco-navarros, pero no a Sevilla?
En
las vísperas de la estruendosa y agamberrada Nochebuena cordobesa
–de la capital— ante la inminente amenaza del griterío y alboroto
populachero, pensamos con nostalgia aquellas admirables agrupaciones
folklóricas de la provincia. Pensamos con envidia en la Nochebuena
íntima, ingenua, familiar de los pueblos. En las cocinas camperas;
en las chimeneas donde arde un fuego vivo y fragante; en la gran
noche estrellada que diríase precipitarse sobre el pueblo, en la
recogida misa del gallo; en la ruda y simple devoción campesina; en
todas las cosas, que son el polo opuesto de lo que en las grandes
ciudades nos espera, encontramos depositados los sedimentos áureos
de veinte siglos de cristiandad andaluza Valenzuela, como Castro del
Río, Montilla, y Lucena, aún mantiene, o mantenía hace pocos años,
la hermosa tradición cordobesa de los campanilleros, que en su
autenticidad folklórica –letra y música autóctonas— son un
islote de gracia, un oasis de buen gusto y de emotividad en el árido
desierto de los ruidos navideños.
12/5/1954
20/12/1954
El Folklore mariano de
Valenzuela
Que Andalucía es
la tierra, de María Santísima, a la vista está. Si realizamos un
itinerario por nuestros pueblos y nos fuéramos deteniendo en sus
iglesias ermitas, nos encontraríamos con que en toda o en casi todas
tal o cual advocación de la Virgen es objeto invariable de culto
especial. Si los visitamos en Semana Santa, probaremos que la
culminación del fervor popular tiene lugar el el momento en que el
"paso" de una Virgen (la Soledad, los Dolores, la Amargura,
etc.) desfila entre la apretada muchedumbre. Las romerías, son
marianas. (La cordobesa de San Álvaro y el Cristo de Santo Domingo
es una excepción que equilibra la de Nuestra Señora la Purísima
Concepción de Linares). Los viejos fanales, de tan evocadora
gracia, protegen con su curvo cristal, imágenes de Nuestra Señora,
con preferencia. En pocos sitios del mundo puede comprobarse tan bien
como en Andalucía la ancestral devoción del pueblo a la Santa Madre
de Dios: Nuestra Señora de la Cabeza Nuestra Señora de la Sierra,
Nuestra Señora de Araceli, La Virgen del Rocío... Cada provincia,
cada comarca, cada localidad rinde especial veneración a cada
advocación de María Santísima.
El folclore que
brota del corazón del pueblo y proclama al son de la guitarra lo que
hay dentro de él, es portavoz del fervor mariano andaluz. Incluso
las coplas profanas proclaman amor a María. Todos hemos oído cantar
aquellas tradicionales letras de la campiña a la Virgen de Araceli.
Rasgan la guitarra por malagueñas, con indefinible desgaire que
sabe a pereza oriental y a ritmo de la ola en la costa del sol. Sale
una voz, cantando por fandangos de Cabra o de Lucena y su letra es
una oración donde se ofrece la casa a la Virgen para que en ella se
aloje como una Reina mientras le acaben su camarín los albañiles. O
bien:
"Si te llamas
Araceli
no llores ni tengas pena,
porque Araceli se llama
la patrona de Lucena.
Pero en Valenzuela,
ademas de cantarla por fandangos, la alaban como en parte alguna
acaso con el Rosario de la Aurora. ¡Qué aroma de vieja y pura
cristiandad trasciende! El Rosario de la Aurora tal como lo
interpretan tos populares campanilleros de Valenzuela es un
espectáculo digno de la pluma de un Francis Jammes.
Parra trasmitir su emoción no hay
otro lenguaje que el verso la poesía, una poesía ingenua y sabia a
un tiempo, inocente y purísima, pero consciente de su propia ano
inocencia, tal como la del autor de loes "Geórgicas
Cristianas" o del "Toque de Alba al Toque del Angelus".
Conservo pliego de papel de barba
atiborrado de coplas que cantan a la Virgen los Campanilleros dé
Valenzuela. Fue un regalo de Liébana. Elegir entre esas letras es
imposible. Todas son a cual más hermosa. Unas intentan resumir la
historia de la Virgen, otras son un piropo andaluz lleno de respeto y
de amor a Nuestra Señora; otras son encantadora y espontánea
poesía. Pero las "letras" no hablan aunque dicen muchas
cosas. Hay que oirlas en "su propia salsa",esto es cantás:
"Es María la fuente
de gracia
que tiene los caños de
fino metal.
Al sediento que de ella
bebiere
la misericordia no le ha
de faltar.
Fuente de aguadús
que al enfermo y al
triste le ofrece
sus aguas preciosas que
dan la salud".
Salud de los enfermos y alegría de
los tristes es Maria en esta inspirada canción. Su gracia es leve,
sencilla y natural como la del agua ¡Y qué precioso acierto al
llamarte “fuente de aguadús”! Cuando la oí por vez primera, me
pasó lo que a Alfonso Reyes al leer en Tirso la palabra "verdegay"
Sentí toda la fascinación del inefable lenguaje popular,
¿ Cuándo se oirá en Andalucía,
en Córdoba, una institución folklórica seria que recoja, estudie y
salve de la inminente muerte futura estos volanderos fragmentos del
alma andaluza?
Eugenio Solís
16/12/1964
Las viejas coplas de los
hermanos de la Aurora de Valenzuela
El folklorista, el
costumbrista, el etnógrafo, tienen mucha tarea por delante. Sin
salir del dominio provincial cordobés hay materia a recoger y
estudiar para muchos y durante mucho tiempo, Tradiciones zozobrantes
a medio desaparecer; costumbres viejas encalladas; hábitos
metamorfoseados pero supervivientes tras engañosa máscara, esperan
y vegetan dispersos por el área provincial cordobesa.
Aquí tenemos
Valenzuela y sus arcaicas coplas marianas que los campanilleros de
antaño entonaban en las frías madrugadas otoñales por las calles
desiertas Ose. ¿Quién las recogerá si no lo hacemos nosotros? No
se busque en estás "letras" primores literarios ni
profundos conceptos: Simplicidad e alborada, espontaneidad de flor
campesina, gracia de golondrina o de ira. ¿Qué dicen, heraldos del
alba, los viejos cantores? ¿Qué cantan los mozos del pueblo a la
madre de Dios?
Para satisfacer la
curiosidad del lector y para conservar estas coplas, no dejaremos
pasar la ocasión recoger algunas, tal como todavía perduran al la
memoria del pueblo.
"En el nombre del
Padre y del Hijo
y Espíritu Santo
principio a cantar
Necesito el auxilio y la
gracia
de esta Virgen pura para
comenzar.
"Lo primero que has
de hacer cristiano
cuando te levantes con fé
y devoción;
– ¡Sea por siempre
bendito, alabado
y reverenciado el Hijo de
Dios!
"Es María la que nos
ampara
y por eso vamos con tanto
fervor
publicando a voces esta
Reina
y el poder tan grande que
le ha dado Dios.
"Los hermanos de la
Santa Aurora
por calles y plazas salen
a muñir
No le temen al frío ni
al agua
ni a las malas noches que
pasan por ti.
"Es María la fuente
de gracia
que tiene los caños de un
fino metal.
El sediento que en ella
bebiere
la misericordia no le ha
de faltar.
"Padre Nuestro que
estás en el cielo
y santificado tu nombres
feliz,
vénganos el tu reino y
líbranos
de las tentaciones del
Dragón sutil.
"Es María la fuente
de gracia
donde los cristianos bajan
a beber
aquel agua clara y
viviente
que con eficacia aplaca la
sed.
"Estás acostado
contémplate muerto,
que enterrado estás y la
cama "tiés" por sepultura
las ropas en tierra,
requiescat in pax.
"Estás acostado
si no te alevantas por tu
flojedad
por gozar el calor de la
cama
mira no se vuelva calor
infernal.
"Estaba la Aurora en
su adoratoria
haciendo oración
por la puerta se le ha
entrado un Ángel
vestido de blanco que
parece un sol.
"Es María la caña
de trigo
San José la espiga y el
Niño la flor
y el Espíritu Santo es el
grano
que allí está encerrado
por obra de Dios.
"Sacra Emperatriz
por la muerte
y pasión de tu Hijo
que el Señor nos libre
del Dragón sutil
"Si la Aurora
entrara en tu cuarto
digo que quedarás absorto
de ver una luz en tu
oscuro aposento
y un Sol tan brillante al
amanecer.
"Alegraos Sagrada
Princesa
pues ya he dado vueltas
por tódo el lugar
dando voces a los
pecadores
que el Santo Rosado
vengan a rezar.
¡"Que vamos allá!
a rezarle el Rosario a la
Aurora
y a las Tres Personas de
la Trinidad.
Fotografía de El Vinagorro
Intervención de Antonio Melero en el programa Tal como somos
Yo
nací antes de nacer. Parece una ironía. Llegué a Córdoba con seis
años. Lo que yo pasé antes de llegar a Córdoba es muy largo, pero
que muy largo. En mi lejana infancia intervino mucho la boca. Ella
era la puerta a la existencia y la sensualidad. Hay cosas de la
infancia que no puedo decir porque siendo orgánicas son bellas. Yo
lo intuí todo. En Valenzuela eran los hombres los que rezaban el
Rosario de la Aurora. Yo los escuchaba, con sus voces duras rezando
de aquella manera, que no eran rezos susurrantes, sino rezos fuertes.
A mí se me han quedado esas voces en la memoria. Yo lo recuerdo,
debido a una atención especial que yo ponía a todo.
Eran
unas voces violentas que asustaban a los niños, pero a mí me
despertó una cosa insólita por esa atención mía. Se me ha quedado
en el recuerdo el olor a aguardiente seco tan característico de
aquellas mañanas, cuando los hombres salían a rezar –porque rezar
es cosa de hombres– de una forma tan bestia y delicada a la vez